Todo el mundo conoce a Agatha Christie (1890-1976). Escritora británica especializada en novelas policíacas de gran éxito internacional, incluida en el libro Guinness de los Récords como la novelista más vendida de todos los tiempos. Como pionera en el género policíaco, ha sido copiada y plagiada; sí, sus trabajos también fueron plagiados, si bien ninguno ha alcanzado el nivel del original.
Su fructífera carrera literaria nos ha proporcionado grandes títulos, muchos de ellos adaptados al teatro, cine y televisión como La ratonera, Asesinato en Orient Express, Muerte en el Nilo, Sugestión mortal, Testigo de cargo, Noche sin fin, El espejo roto, Cita con la muerte, etc.
Mi preferida es Los diez negritos, sobre la que quiero escribir en esta entrada. Recordemos el argumento, según la reseña que podemos leer en Casa del Libro: “Diez personas sin relación alguna entre sí son reunidas en un misterioso islote de la costa inglesa por un tal Sr. Owen, propietario de una lujosa mansión a la par que perfecto desconocido para todos sus invitados. Tras la primera cena, y sin haber conocido aún a su anfitrión, los diez comensales son acusados mediante una grabación de haber cometido un crimen en el pasado. Uno por uno, a partir de ese momento, todos son asesinados sin explicación ni motivo aparente. Sólo una vieja canción infantil parece encerrar el misterio de una creciente pesadilla”. En resumen, alguien perverso se aprovecha del poder que ejerce sobre los otros para conseguir sus objetivos.
Este argumento está intentado imponerse en la sociedad española actual. Aquí también sufrimos a algunos personajes que abusan de su poder para implantar en la sociedad un cambio, sin importarles si ello perjudica a la sociedad en el medio y en el largo plazo. Algunos y algunas de estos personajes ya están fuera del panorama político nacional después de haber salido a la luz alguna de las muchas vergüenzas ocultas que se tapaban detrás de máscaras amables y populistas.
Pero quedan muchos y muchas todavía, empeñados en generar conflicto y cuestionar cosas esenciales en una sociedad democrática como la libertad de elección, la libertad de empresa, la libertad de opinión, etc. Y lo que es peor, apropiándose de una bandera ‘pro defensa de lo público’ que parece que solo ellos y ellas defienden. No dudo que lo defienden, pero en la teoría, no en la práctica. Porque la práctica demuestra que la colaboración público privada es la mejor alternativa para mantener a largo plazo la sostenibilidad del sistema público.
Lo dice el último estudio de la EASP elaborado junto a las Universidades de Granada y Jaén y el Instituto de Investigación Biosanitaria de Granada: ‘Análisis multinivel de la eficiencia técnica de los hospitales del SNS español por tipo de propiedad y gestión’. En él se analizan más de 230 hospitales de 17 comunidades autónomas y concluye que los hospitales gestionados bajo el Modelo Alzira son más eficientes que los hospitales públicos gestionados por los Servicios de Salud de las comunidades autónomas. También lo afirma el Informe de la Sindicatura de Cuentas de la Generalitat Valenciana, encargado por el actual gobierno de esta comunidad, que concluye que el Modelo Alzira ahorra un 25% a la Administración al tiempo que ofrece más calidad al ciudadano con menos listas de espera, más inversión por habitante en infraestructuras sanitarias y más satisfacción del paciente.
Por esta razón, me decepcionan y me preocupan los anuncios marketinianos de los últimos días en relación con los presupuestos generales, que incluyen cláusulas populistas y demagógicas, en un tema de tanto calado como es la colaboración público privada en sanidad.
Tener un Informe, -el Informe Abril de principios de los años 90-, que impulsó el partido socialista cuando estaba en el gobierno; tener una Ley-, -Ley 15/97-, que apoyó el partido socialista y aplicó en las comunidades autónomas donde gobernaba y aun así, en el año 2018, tener que escuchar este tipo de anuncios es cuanto menos sorprendente, triste y preocupante.
Una propuesta que, además, va en contra de la tendencia actual en la mayoría de los países democráticos más avanzados del planeta. Recordemos que uno de los objetivos de desarrollo sostenible fijados por la ONU para 2030 es la alianza entre sector público y privado para avanzar hacia un modelo de economía sostenible.
Hay que tener cuidado porque se empieza por una aldea, para seguir con un pueblo, con una ciudad… con el objetivo de implantar experimentos sociales masivamente. Es decir, se empieza atacando la colaboración público privada en sanidad, pero seguirá en educación, en servicios sociales, en las prácticas de estudiantes de universidades privadas en centros públicos, en los acuerdos con la industria farmacéutica para la investigación, en la gestión del agua, en los acuerdos para la distribución de medicamentos, etc. Y, por supuesto, se atacará la libertad de elección en MUFACE por la que el 80% de los funcionarios eligen cada año ser atendidos en la sanidad privada y que, como todos sabemos, es un modelo sustitutivo de la sanidad pública. Si estos anuncios son coherentes, sin duda es por aquí por donde empezarán a atacar, pues no se entendería de otro modo.
Hay muchos que permanecen callados mientras se ataca a los primeros comensales de la novela porque consideran que queda muy lejos su turno, y que seguro que algo cambia. Pero, o se moviliza el sector de un modo coordinado, dejando de mirarse el ombligo y los intereses particulares, o en poco tiempo, no quedarán invitados en la mesa.
Como dice José María Guelbenzu en el prólogo de la novela: “Diez negritos responde al deseo de dar un golpe definitivo en el mundo de la novela policíaca para demostrar quién manda, quién es el número uno, el único capaz de llegar al más difícil todavía”.
Pues eso.
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