¿Quién le pone el cascabel al gato?

Aquí os dejo el artículo de opinión que publiqué el pasado sábado en el periódico valenciano Levante. En él expongo mis puntos de vista sobre la necesaria reforma sanitaria que debe acometer el Estado español. Espero que os guste.

Sin duda,  estamos viviendo una crisis económica que se estudiará en los libros de historia en el futuro. Una crisis internacional a la que hay que sumarle elementos y desequilibrios internos de la economía española. En esos libros de historia del futuro se extraerán conclusiones y reflexiones de lo que se hizo bien y lo que se hizo mal en esta crisis.

En mi opinión, la primera conclusión que aparecerá es que la peor decisión es no tomar decisiones.

La segunda es que los cambios, las reformas, deben de ser de verdad, y no solo retoques o maquillajes, porque a los mercados, los mismos que han estado financiando nuestro crecimiento económico mientras recibían el aplauso de todos nosotros, no se les puede engañar durante mucho tiempo.

No descubro nada cuando afirmo rotundamente que la sanidad española necesita una gran reforma. Nadie cuestiona los valores y los principios que sustentan nuestro Sistema Nacional de Salud, pero la gestión del modelo sanitario actual está claramente obsoleta, esclerotizada y sobrepasada por una sociedad que tiene unas necesidades distintas y, por tanto, exige unos
servicios públicos distintos.

Hemos desarrollado en España un modelo de crecimiento en el sector público basado en una composición antieconómica del gasto público, con una visión más clientelar que estratégica o racional, con una asignación poco eficiente de su financiación y con un gran crecimiento del empleo público, tanto directo como a través de empresas públicas.

Me gustaría pensar que todo estamos de acuerdo en que no podemos seguir gestionando un 9.5% de nuestro PIB, con criterios, prioridades, herramientas, estructuras físicas y fórmulas de gestión de hace 50 años.

No podemos ignorar que los avances tecnológicos, los sistemas de información, los canales de comunicación, han convertido en obsoletos modelos organizativos clásicos como la logística hospitalaria, laboratorios, radiología, call-centers, la relación hospital-atención primaria-red social de residencias, y tantos otros temas…

No podemos permitir por más tiempo que un modelo arcaico de recursos humanos burocratizado y trasnochado, y que afecta al principal componente del gasto y principal activo del sistema, trate por igual a todos, independientemente de factores tan importantes como la actividad que se realice, la calidad que se aporte, el absentismo que se tenga o la productividad que se consiga.

No podemos seguir insistiendo en una política de construcción de nuevos hospitales de agudos, cuando el reto de este siglo es gestionar la cronicidad, los pacientes con edad y pluripatológicos y para ello habrá que buscar estructuras sanitarias más trasversales trabajando en red todo el sistema sanitario y social.

No debemos seguir ignorando que muchos de los que critican los modelos de colaboración público-privada lo hacen no en defensa del sistema público, que está más que salvaguardado, sino en defensa de unos privilegios corporativos que ya no rigen en la sociedad actual y que no se entienden en una Europa que hace años acabó con ellos.

No podemos seguir permitiendo que un modelo sanitario universal, público y gratuito, que es propiedad de todos, se convierta en el paraíso del pequeño y extendido fraude en el consumo de medicamentos, o en el gran lujo que para personas de otros países es nuestra sanidad, y donde habrá que hacernos a todos responsables de que todo derecho debe ir acompañado de sus respectivas obligaciones y deberes.

Es el momento de las reformas, pero de las reformas de verdad, sin miedos y sin complejos. Hay que desterrar para siempre el complejo de “Peter Pan” que tenemos en España, asumiendo nuestras responsabilidades como en una sociedad madura, que ha sido capaz  en la historia reciente de acometer grandes gestas, pero que en ocasiones no hemos querido enterarnos de las malas noticias, ni hacer frente a las dificultades.

Porque hay que asumir que lo que está en juego no es la sostenibilidad del sistema sanitario, está en juego la sostenibilidad de la economía española, e incluso, de España como nación.

El diagnóstico está hecho, digámoslo con claridad, desde hace ya muchos años. Si se hubieran acometido entonces las reformas, cuando aparecieron los primeros síntomas, éstas podrían haber sido más pausadas, más progresivas, pero ahora, desgraciadamente, no hay tiempo que perder.  Planteemos los objetivos, decidamos las estrategias y contemos de forma rigurosa con el ciudadano-paciente y el ciudadano-contribuyente, en este imprescindible camino de la reforma sanitaria, para salir de esta crisis con un modelo reforzado, riguroso y renovado.

Soy consciente que lo difícil es poner el cascabel al gato, pero o lo ponemos nosotros o nos lo pondrán desde fuera. Y no es una cuestión de ideología, sino de inteligencia y necesidad. Pocas veces he visto más consenso entre todos los actores del sistema sanitario que en estos momentos. Actuemos. Las grandes decisiones de hoy, harán pequeños los problemas
de mañana.

Si quieres puedes leer el artículo también es este enlace: http://goo.gl/W747J

1 comentario en «¿Quién le pone el cascabel al gato?»

  1. Hombre, no entiendo porqué una buena gestión solo puede hacerse de manera privada. Si eres buen profesional, saca plaza, hazte funcionario y gestiona luego. Si quieres formar una empresa para lucrarte asesorando a la sanidad, ficha a la infanta como hace La Caixa en sus charlas de promoción de suramérica.
    El caso sería tratar a olos funcionarios como en Suecia, no vales: a la calle.
    Pero el compadreo, nepotismo arraigado profundamente en la clase política, hace imposible esto. Lo que pasará ahora es que la sanidad será privatizada, más cara para todos, y se llenarán los bolsillos los mismos pero con otro CIF.
    Oposiciones justas y limpias, RRHH justos, sindicatos sin liberados y autofinanciados, sobrinos y yernos a tomar viento. Verás como funciona de bien todo.
    Formamos a los mejores profesionales de Europa, y luego nos desangramos porque o caben entre tanto amiguismo, privado o público, dará igual. Angola o España, lo mismo da.

    Responder

Deja un comentario