2024 termina con varias asignaturas pendientes para el sector sanitario y otras que, si bien parecen haber salvado el curso, no tienen la base necesaria para garantizar su supervivencia a medio plazo, con lo que se puede comprometer la sostenibilidad de nuestro sistema de salud. Vamos por partes.
No he querido explicar hasta ahora mi visión sobre la crisis que ha provocado el Gobierno con el modelo Muface, para no contribuir a una tensión que se ha extendido y ha afectado a todos los actores de la Sanidad, pero de forma especial a los ciudadanos que tienen la oportunidad de escoger ese modelo. Sin embargo, lo cierto es que el origen de esta crisis está en las diferentes posiciones y las contradicciones que conviven en el Gobierno de España, donde unos parecen tener la voluntad real de acabar con el modelo y otros tienen interés, no sé si real o arrastrado, en mantenerlo. Veremos cuál es el resultado final.
En cualquier caso, sí que me gustaría señalar que me parece especialmente lamentable que los responsables políticos generen incertidumbre en los ciudadanos con algo tan importante como es la gestión de la salud y que fomenten una batalla política cuando en este área solo deberían existir consensos fundamentales. Ya he hecho esta reflexión en otras ocasiones, cuando nos hemos enfrentado a decisiones cuestionables: todo servicio que se presta con fondos públicos debe ser auditado. Si la conclusión es que funciona adecuadamente, deberíamos mantenerlo. Y si se detectan problemas, la prioridad tiene que ser trabajar todos los actores implicados para resolverlos, siempre desde el diálogo y la confianza entre las partes. El objetivo de todos, en teoría, es el mismo: ofrecer la mejor atención sanitaria a los ciudadanos.
Confío en que el sentido común se imponga y que un modelo de colaboración público privado, que ha funcionado perfectamente 40 años, con plena satisfacción de los ciudadanos y el total apoyo de los sindicatos, tal y como hemos visto en sus manifestaciones públicas en defensa de las compañías de seguros, se mantenga como hasta ahora, con las modificaciones oportunas.
Con la velocidad a la que se suceden los cambios, hay que hacer un diagnóstico casi constante de los modelos de salud y bienestar. No podemos gestionar como hace 50 años y, tras el Covid, posiblemente hay que volver a evaluar las necesidades sanitarias de la sociedad, porque tampoco podemos volver a lo que veníamos haciendo hace 5 años. Tenemos que adaptarnos a las nuevas realidades y los nuevos tiempos. Si no, habrá un retroceso importante en la calidad de la atención. Sobre todo, porque los modelos previstos para el supuesto avance del sistema irán colapsando, al no introducir más flexibilidad, sino todo lo contrario, más rigidez. Y todo por una clara falta de interés en aplicar reformas por parte de los responsables políticos.
2024 no ha sido un buen año en este sentido. La crisis del modelo Muface es la pieza más llamativa de un puzzle en el que la colaboración público privada, que es esencial para el mantenimiento del sistema en el futuro, está permanentemente amenazada y se cuestiona sin datos objetivos ni argumentos de peso. Día sí y día también vemos cómo los diferentes gobiernos populistas toman decisiones que suponen un ataque directo a esta colaboración, mientras el sistema público sigue aumentando las listas de espera, con grandes problemas de accesibilidad al sistema y generando mayores demoras en pruebas diagnósticas. En definitiva, el tiempo pasa, la situación se agrava y los dirigentes continúan sin buscar soluciones estructurales a los problemas que amenazan ya seriamente la sostenibilidad del sistema sanitario presente y futuro.
En otro orden de cosas, pero también con una clara afectación a la atención sanitaria de proximidad, el final de este año ha sido agridulce por la tragedia de la DANA en Valencia. Las terribles inundaciones de aquel fatídico 29 de octubre nos han permitido ver lo mejor y lo peor de otra crisis, que ha vuelto a poner a prueba recursos, organización y colaboración entre instituciones. La parte positiva, sin duda, ha sido la respuesta de una sociedad solidaria y la movilización de juventud colaborativa y llena de pasión y entrega. La negativa, una vez más, viene del lado de quienes, en teoría, deberían ser los garantes del bienestar general, pero que no han sabido estar a la altura de las necesidades de las poblaciones más afectadas. Nadie es perfecto y hay situaciones difíciles de prever, pero ahí es donde los ciudadanos exigen unidad, altura de miras para coordinarse y generosidad para dar una respuesta rápida y efectiva. Y todo ello ha sido claramente insuficiente por parte de las administraciones.
De todas formas, no quiero que mi última entrada al blog en este 2024 tenga una connotación negativa.
El año que ahora termina ha sido un gran año para el grupo sanitario Ribera. Nuestra presencia ha aumentado en comunidades donde ya estábamos y, además, hemos entrado en dos regiones más, y ya son siete, con lo que nuestra posición como segundo grupo de salud de España y con una fuerte vocación internacional, se consolida. Nos sentimos especialmente orgullosos de nuestros proyectos en Portugal y Centro Europa. Estamos muy contentos y agradecidos por la buena acogida de nuestro modelo de salud responsable.
Tendremos tiempo de hablar de 2025, de las tareas pendientes y de los retos que debemos afrontar. Pero para acabar esta última entrada a mi blog de 2024, al nuevo año le pido que todos aprendamos cómo afrontar mejor crisis como la de Muface, los golpes imprevistos de la naturaleza y de cualquier otra emergencia. Que seamos capaces de reconocer y crecer a partir de los errores y tomar decisiones que velen siempre por la salud de los ciudadanos, sin caer en juegos de poder ni batallas políticas.
Porque el bienestar de todos debe estar siempre en primer lugar.
Feliz Navidad, queridos lectores. Aprovecho para desearos también un 2025 de salud, felicidad y éxito.