Las estrategias y los modos de quienes dirigen la política social y sanitaria de España apenas han cambiado en las últimas décadas, pero nuestra sociedad sí que lo ha hecho. Y, cuando tensas demasiado una estructura que ya es bastante rígida de por sí, puede romperse. Con 30 años de experiencia en la gestión sanitaria todavía me sigue sorprendiendo la superficialidad de muchos políticos al abordar temas tan complejos como la sanidad, el futuro de nuestras pensiones o la educación. Con el paso del tiempo, uno cree que lo ha visto y oído ‘todo’, hasta los planteamientos más absurdos como el que acaba de hacer un grupo político con respecto a las donaciones del dueño de Inditex, Amancio Ortega. Un argumento que, desde mi punto de vista, ha cruzado cualquier línea roja que será difícil de superar (aunque no pondría la mano en el fuego).
Estos dirigentes políticos han criticado que el empresario gallego ponga a disposición de las comunidades autónomas, -de manera altruista y sin esperar ningún tipo de contraprestación-, los fondos necesarios para reponer o comprar tecnología para el tratamiento del cáncer. Cuesta hasta escribirlo, de lo absurdo de su reproche. Dicen que un millonario no puede marcar la estrategia sanitaria de un país, cuando todo el mundo sabe que el señor Ortega no marca, ni pretende marcar nada. Hace unas donaciones para que cada autonomía decida si compra más TAC’s, resonancias magnéticas o aceleradores lineales, si reemplaza el equipamiento existente o hace las dos cosas.
Es un gesto de generosidad que puede sonar incomprensible a quienes sólo se preocupan de lanzar mensajes simplistas y hacer propaganda política cortoplacista y sectaria. Pero resulta que hay gente buena en este país, mucha, que quieren devolverle a la sociedad parte de lo que han recibido.
Por desgracia, todos tenemos cerca el caso de algún familiar o amigo que ha luchado o lucha contra el cáncer. Por tanto, no me cabe en la cabeza que estos dirigentes rechacen que personalidades como Amancio Ortega (o quien sea), deseen colaborar con el sistema sanitario público, porque sí. No comprendo que no apoyen la adquisición de equipamiento de última generación para el tratamiento del cáncer; que no quieran que los enfermos tengan acceso a la cura más cerca de sus casas; que critiquen que, como sociedad, nos encontremos con una donación que nos ayuda a dar un salto cuantitativo y cualitativo en el tratamiento contra el cáncer en un momento difícil para la economía española y con un gasto sanitario y social que empieza a desbordarnos.
Todos criticamos que los camiones de resonancias tengan que desplazarse a hospitales comarcales, como el de Alzira o Vinarós, para facilitar el tratamiento a los residentes de estas áreas, mientras que las grandes ciudades tienen centros de referencia con equipamientos punteros. Pienso en los niños, las mujeres y los hombres que hoy tienen que recibir tratamiento con esta tecnología, quizá con una maquinaria obsoleta y a muchos kilómetros de distancia de su casa. Estoy convencido de que no entenderán que se critique el impresionante gesto de Amancio Ortega.
A nadie le importa quién ha comprado una resonancia o un TAC, como a nadie le interesa quién compra las camas de los hospitales, ni el material quirúrgico. Sólo necesitamos saber que en la sanidad pública están y estarán los recursos materiales y profesionales necesarios para atendernos cuando lo necesitemos.
Un gesto como el de Amancio Ortega que, por cierto, decidió hacer sin ningún tipo de autobombo, ni publicidad, sino con la discreción que siempre le ha caracterizado, sería puesto como ejemplo en todos los países del mundo. Pero no. Algunos dirigentes políticos tienen una visión tan limitada, son tan cerrados ideológicamente, que todo lo contaminan con su sectarismo ideológico. Su único objetivo: atacar una vez más a la iniciativa privada.
Será cosa de la edad, pero cada día creo haberlo visto todo; que el ‘top ten’ de las tonterías de algunos sobre el sistema sanitario español está completo, pero parece que no es así. No obstante, estoy convencido de que, más pronto que tarde, la sociedad española, -que siempre va por delante-, alumbrará una generación de políticos que antepondrán los intereses de los ciudadanos por encima de los propios o los de su partido político.
En 1986, el Presidente del Gobierno de España, Felipe González, asumió como propia una frase que le dijo el máximo líder de la República Popular China, Deng Xiao Ping: “Gato negro, gato blanco, poco importa si caza ratones”. Grandes políticos que han demostrado en su trayectoria que más allá de su ideología están los intereses de su país y sus ciudadanos. Eso es lo que esperamos de la clase política actual.