Pensé que en este blog no volvería a dedicarle más líneas al Departamento de Salud de La Ribera porque el pasado, pasado está. Pero la rueda de prensa del Comité de Empresa, celebrada el pasado martes, fue como un déjà vu. Oírles hablar, en los términos en que lo hicieron, del deplorable estado del centro y de las nefastas consecuencias de la reversión para los profesionales fue como volver a principios de 2018. Momento en el que una completa auditoría, encargada a una entidad independiente, advertía exactamente de los mismos problemas que los sindicatos denunciaron la semana pasada. Un informe que, por cierto, se trasladó a ese mismo comité, a la Conselleria de Sanidad y al mismo presidente de la Generalitat y… cayó en saco roto.
Los problemas que existen actualmente con el pago de los incentivos a los profesionales, con las promociones internas, con la movilidad o la formación, se veían venir. Aún me cuesta entender cómo algunos no tuvieron la capacidad de vaticinar estos daños, porque estaba claro que el ya de por sí difícil encaje del personal laboral en la Administración pública, -(aún están pendientes varios procedimientos judiciales al respecto)-, lo que seguro no iba a asumir eran las buenas condiciones de los trabajadores de La Ribera con respecto al resto de sus compañeros de la sanidad pública. Sí. Mejores condiciones.
Como responsable de la gestión en la mejor etapa del Hospital de Alzira siempre he dicho que, como personas que somos, nos equivocamos en cosas y, seguramente, otras muchas se podrían haber hecho mucho mejor. Pero de lo que estoy tremendamente orgulloso es de haber hecho todo lo posible por ofrecer la mejor atención sanitaria a los ciudadanos, así como las mejores condiciones de trabajo a los profesionales. Siempre repito que la sanidad es un sector de personas que trabajan para personas.
Por eso los convenios colectivos aprobados en el Hospital de La Ribera durante la gestión de Ribera Salud fueron aplaudidos por ‘todos’ los sindicatos. Porque el 95% de la plantilla tenía contrato indefinido, posibilidad real de promoción interna y formación garantizada. Porque mientras fueron trabajadores de la concesionaria, los empleados del Hospital de La Ribera cobraban entre un 2 y un 6% más que sus compañeros de otros hospitales públicos y tenían un sistema de incentivos pionero en España. Porque se invertía más de 600.000 euros en los cursos que ellos querían y tenían acceso a unos permisos para facilitar la conciliación familiar que no existe en la Administración Pública, como tampoco se han podido mantener las ventajosas condiciones del Plan de Igualdad.
Cuando la gestión dependía de la concesionaria, para nosotros fue siempre una prioridad el bienestar de nuestros trabajadores, tanto como la de los ciudadanos. Por eso, mientras fueron trabajadores de la concesión, reconocían estar a gusto con sus trabajos tal y como reflejaban las encuestas de satisfacción. Tampoco faltaban al trabajo, ni había tantas bajas por acoso o ansiedad; algo que, por desgracia, está pasando con demasiada frecuencia desde hace 15 meses. De hecho, el absentismo se ha duplicado pasando del 2,7% al 5,4% ¡en solo un año!
“Somos los mejores profesionales sanitarios de la Comunidad Valencia”, decía un representante sindical durante la rueda de prensa. “En la Conselleria de Sanidad se han quedado impresionados con nuestra formación”, se vanagloriaba otro. “Llevamos 20 años trabajando y obteniendo unos resultados de salud espectaculares”, apuntaba un tercero. “Antes la empresa nos informaba de todo y ahora ni nos contestan los correos”, aseguraba un cuarto. Me emociona oírles hablar así, la verdad. Porque apenas hicieron referencia al mérito de la gestión de la anterior concesionaria, como parte necesaria de esos grandes logros; no me importa reconocer que los protagonistas del éxito del modelo fueron los profesionales de todo el Departamento de Salud de La Ribera.
Profesionales valientes, trabajadores incansables, con inquietud por aprender y ofrecer la mejor y más avanzada atención a los ciudadanos, dispuestos siempre a innovar, avanzar e ir un paso por delante de cualquier otro centro hospitalario de España. Orgullosos de su trabajo y con un sentimiento de pertenencia que convirtió a ese gran grupo humano en la mejor plantilla sanitaria que cualquier departamento de salud anhela tener. El trabajo bien hecho se paga con dinero, pero nadie puede pagar la satisfacción que sentíamos todos los que formamos parte de aquel proyecto cuando vivíamos sus resultados en primera persona, a través de la voz de los pacientes y de la forma en la que hablaban de su hospital, de sus médicos y enfermeras, de todo el personal.
Ahora los sindicatos reconocen que llevan 15 meses “aguantando”, que nadie les informa de nada y que han perdido derechos. Se van médicos, sí. Pero también se están produciendo salidas entre el personal de enfermería, celadores y administrativos porque no “ven posibilidades de promoción interna”. Aseguraron que eso no pasaría. Pero está pasando. Alguien debería tomar nota de ello porque no, esto con la empresa concesionaria no pasaba y, para que quede constancia pública de mi opinión: este desastre no ha hecho nada más que empezar a no ser que alguien lo arregle y, para ello, se debería en primer lugar reconocer y, en segundo lugar, revertir este error.